Laberinto de galimatias

Los filósofos por norma general dan a luz excelsos y profundos y oscuros sistemas “cosmovisionarios”, con los que intentan explicar el mundo y lo que no es el mundo, por cierto. La mayoría de las ocasiones los escriben sobre papeles que es mejor no clasificar y en muchas otras ocasiones se pierden en vaya a usted a saber qué aguas y aquellos filósofos que nadie ya recuerda van golpeándose en el pecho la fatalidad de haber perdido las ideas que jamás recuperarán. Probablemente, es que quizás las tales ideas fuesen absolutamente innecesarias, no aportaban nada a la ya de por sí confusa revolución ideológica. No se emplea aquí revolución en un sentido de cambio o transformación, sino en el sentido de revoltijo farragoso o laberinto de galimatías.

Los filósofos han dado a luz, sin excesiva dilatación, excelsos y profusos laberintos de galimatías, que ha hecho mella impresionante, hendidura de afecciones, en otros filósofos, que se armaron de argumentos y argucias para trasladarlos al pueblo. Es cierto que a mí mismo me encantaría ser filósofo y mover los conceptos como el encantador de serpientes mueve su flauta ante la hipnótica serpiente. A veces me encanta esta imagen para la filosofía, la del encantador: éste mueve su flauta ante la serpiente y ésta encandila a los espectadores, y estos esperan el desenlace fatal, el picotazo el la materia filosófica cuando el concepto ya no sirve. Me encantaría presentar una nueva filosofía pero siempre temo parecer tonto, como un torpe que va cayendo aquí y allá para risibilidad de los más avispados del pueblo espectador; y otras veces veo como la filosofía hoy, gracias a los rotundos cambios sin rumbo en la educación, es leprosería, un lugar donde es mejor no acudir, una materia a eliminar.

El filósofo es una especie en extinción probablemente. Una nueva filosofía que ni siquiera nos permitirá vivir de ella, quizá sí vivir en ella. Una filosofía que mire desde el lugar adecuado, que ocupe su lugar. Muchas filosofías han observado el mundo en contrapicado y han sido filosofías del agigantamiento; y otras lo han contemplado en picado y han sido ideologías del “enanamiento”. O nos han agigantado o nos han “enanado”; pero nunca han visto al hombre como es. ¿Cómo es? Un laberinto de galimatías, o un galimatías en un laberinto. Curioso que todas las respuestas se puedan clasificar bajo estos dos indicadores. He creído muchas veces que nosotros mismos elegimos cualquiera de las dos clasificaciones y allí que nos vamos. Cuando James Stewart miraba por la ventana indiscreta, veía el mundo en laberinto de galimatías que nadie podía creer; mientras que cuando Cary Grant iba saltando las diversas pruebas ariádnicas de su mundo, comparecía como un galimatías en un laberinto, al que nadie creía. Filosofía de la Parálisis o filosofía de la Huída, elijan ustedes. Paralizado ante un mundo que te lo da todo o huir de un mundo que no te permite decir tu palabra.

Durante mucho tiempo he elegido la segunda oportunidad, sobre todo porque me permitía huir de la gente. No aguanto a la gente. Me resisto a creer que un conglomerado de masa sea algo a lo que se pueda prestar atención, ni siquiera cuando está individualizada, ni siquiera cuando comparece como un respetable profesor ex profeso. James Stewart ama a la masa a distancia y se refugia en su individualidad prismática; Cary Grant odia a la individualidad cercana que lo cerca pero se refugia en la masa institucional. Al inicio de mi vida me encantaba ser como James Stewart y refugiarme en la ventana, incluso para escupir sobre la gente que pasa en contrapicado; y otras veces me encadenaba a ese Cary Grant en huida, que la huida sonora que protagonizaba parecía meter en el infierno todo lo condenable, como pedía Marx que exigía Dante. Parálisis o huida, sin duda no parece existir más alternativas.

Quise proponer una nueva pero una línea de fuego se dibujo en el cielo justo cuando iniciaba esta reflexión y un meteorito eterno chocó contra la superficie de la tierra.

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