Don Quijote y la búsqueda del padre putativo


Algunos escribieron sobre la búsqueda de aquel tiempo perdido y nunca parido bajo los almendros en flor e insertaron a ese tiempo en cada palabra y en múltiples volúmenes, otros prefirieron escribir, y lo lograron, sobre la búsqueda del padre putativo, de aquel que representa la idealidad de nuestro mundo. Este segundo itinerario es el que sigue el libro más famoso de todos los tiempos, el libro del orate que vela y no ora, que vuela en aspas, ese Quijano que no toma café, Don Quixote, que hasta ha sido Don Cipote, de La Mancha.
Como todo el mundo sabe ha poco que ha sido el año Quijotesco, se celebró el IV centenario de la publicación del Quijote. Aprovechando que nunca finaliza el año de la celebración, que siempre hay quien viene a recordar que fue, y ya no es tiempo de alabar el Quijote y comentar acerca de sus excelencias, me voy a permitir jugar con el Quijote, que es la única opción factible a desarrollar siempre. ¡A jugar con el Quijote!
¿A qué se puede jugar con el Quijote? Si os place, juguemos a la paternidad del Quijote, es decir, respondamos a la pregunta, ¿quién escribió El Quijote?, ¿realmente Cervantes escribió el Quijote?
Si hacemos caso al propio libro y su lectura, la respuesta es negativa. No, Cervantes no escribió el Quijote y nada tiene que ver con el mismo en cuanto a su escritura. El Quijote lo escribió, es obra, de Cide Hamete Benengali, como se informa y explica en cada uno de los capítulos de la propia obra. Se escribió en árabe y Cervantes se lo encontró en un rastrillo de viejo y lo mandó a traducir a no sabemos quién, y fue la traducción lo que se publicó, no sabemos si literal o creativa, y el traductor queda en el anonimato.
¿Qué impulsó a Cervantes a hacerse con aquel manuscrito en ese rastrillo de viejo? Podemos imaginar que fuese el propio Cide Hamete Benengali, con la ilusión del escritor ante la obra recién acabada, el que lo convenciera de la necesidad de traducirlo al castellano, por ser obra que compendiara la totalidad del saber intemporal (una lucha transigente entre la lectura averroísta / avempacista / Maimonista de Aristóteles y la lógica inclinación neoplatónica de Avicena), y que el propio Cervantes, más allá de las acusaciones de plagio, podría barnizar con la patina más occidental. Me da por pensar que incluso se hallasen detrás de la treta los mismísimos Averroes, Avempacen, Maimonides, que a través de sus conocimientos de la alquimia y la cábala, se reencarnasen en ese Cide Hamete Benengali y al pobre Cervantes mancoso, a través de las mismas pócimas fierabracinas, lo persuadieran de la necesaria lógica de actuar así
Vayamos más lejos en la hipótesis de juego: Cide Hamete Benengali quiere publicar su obra en Castellano y sabe que no puede hacerlo con su propio nombre árabe, por las trabas que de inmediato en la época le impondrían editores y demás gentes censurantes; así que decide inventarse a un alter de pego castellanizado, es decir, a Miguel de Cervantes Saavedra, nombre que sustituye al suyo para conseguir publicar la versión castellana de su obra árabe, y sin dejar de ser él. Tres segmentos de nombre ambos, daría la pista. Miguel de Cervantes Saavedra será una impostación, una hipóstasis, de la cual la tercera persona, el espíritu santo, sería el propio Quijote, perdón, quijosancho, y la primera el propio Cide Hamete Benengali, de este último.
Dicho lo cual, se puede iniciar una lectura del Quijote desde el propio arquetipo de la paternidad, de la búsqueda del padre. Desde la primera salida solitaria, Don Quijote busca al padre, representado por las novelas caballerescas, Amadís de Gaula, etc., pero sólo encuentra padres putativos como el ventero, que, en esta ocasión y como procedente precedente, le devuelve a casa sano y salvo, con las recomendaciones sabias de los padres putativos. El encuentro con los demás diversos padres putativos, le va a reportar sólo palos y manteos, el más claro, el Vizcaíno. El caso de que todos los padres sean putativos se ve en el hecho de que nunca llega a casa de nadie, sólo a Ventas, que son lugares de paso, de lance y suceso. Nunca se describe una región concreta de España, del paisaje, ni de la Mancha ni de algún otro lugar reconocible, sólo un camino de progreso de Venta a Venta, de padre putativo a padre putativo, de palos a manteos.
Un pobre Quijote que no encuentra nunca lo que desea, pues siempre hay magos, nigromantes y ogros maléficos, que le transmutan la realidad que anhela, su idealidad, las visiones introducidas por su deseo, en otras que le promueven a vivir en el fracaso de la vida sin el padre; cuando no se erige el propio Sancho en padre putativo castrador y desafía a la idealidad del hijo, poniéndole ante el deseo la realidad frustrante. Don Quijote, caballeresco, armado caballero, busca al padre en cada recoveco, queriendo llegar a la casa del mismo, pero sólo sale manteado en cada lance de Venta. En esta búsqueda acaba por descubrir que el padre no existe, que ya no hay caballería andante, o ha desaparecido la andante caballería, "Dios ha muerto", dirá Nietzsche, parodiando a Don Quijote con su loco de la linterna; y, dejándose revestir de la apatía que le provoca la insatisfacción de este fatal descubrimiento, se deja seducir por la Madre de todas las Abdicaciones, la Muerte. Muere así admitiendo la Realidad de la Ausencia, que se convierte en la única locura que menciona el libro, la necesidad del trabajo, del ahorro, del cura y del barbero, frente a la esperanza del Bachiller, que sabe que ha hallado a su real Padre en el lecho de muerte de este Don Quijote, pero éste se ha ausentado en la esquina última de su propio fracaso.
Un puto chiste, como la vida misma.
Y como es un chiste cada palabra escrita en El Quijote y en este articulillo, un mero chiste, igual que el nombre y la vida de Cervantes, igual que el nombre y la vida del Quijote, y de Quijosancho y de Aldonza que no goza, igual que nuestro propio nombre y nuestra vida, cualquiera se lo puede apropiar.

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