A flor de Istmos V

El silencio es lo completamente diferente de aquello de lo que no se puede hablar, de lo censurado, de lo acallado, lo moribundo, es decir, el silencio es el nacionalismo.

La filosofía no es silencio ni nada concomitante al silencio; ni el sentido es silencio. La filosofía es el sentido, es el mediador, el espíritu del débil liberado por la gracia de la cruz.

La filosofía habla acerca de la existencia del mirlo del ser, del límite del lenguaje, del topetazo de la existencia.

El filósofo detesta a Walt Disney y su parafernalia de humanizar el mundo animal; pero ama a Toulouse Lautrec. El filósofo es el santo bebedor de absenta con la que riega un pato a la naranja (Donald Duck quod debetum morior)

Los caminos del silencio conducen inexorablemente a Auschwitz, los caminos sin direccionalidad de los intermediarios del laicismo y por la ausencia de la cruz, también nos arrastran a Auschwitz.

La verdad ni es absoluta ni es relativa – la verdad es finita/ temporal pero ilimitada/espacial. Por eso la verdad hace referencia a nosotros y a nuestro tiempo; pero nos expande más allá de nosotros y nuestra espacialidad.

Ni creer solo en la verdad absoluta ni creer solamente en la verdad relativa; en la una, porque se expresa únicamente en su espacialidad; la otra, porque es creerla tan sólo en su temporalidad – y ambas crecen limitadas; y la verdad si está limitada conduce a Auschwitz.

Los caminos del silencio y de la verdad limitada nos transmutan en un niño con el pijama a rayas o en el pianista del sufrimiento.

No me puedo apropiar del sentido porque el sentido son los otros y no me puedo apropiar de los otros.

El sentido no se tiene, en el sentido se está – y a esto se lo denomina identidad.

La identidad no consiste en apropiarse de los acontecimientos sino en encontrase involucrado con ellos.

Un mundo des – identitario, un mundo que se apropia de los acontecimientos y que cree tener así sentido.

No hace falta que me deis notas de agradecimiento. Basta con una sonrisa.

Un mundo identitario, un mundo que compone a las personas sobre los acontecimientos al situarlos en el mismo centro de los acontecimientos, porque aquéllas se desenvuelvan desde las cimas cargadas de sentido, es suficiente para hacer la maleta y volar.

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