A flor de istmos IV

La existencia es lo que exhala sentido, como las rosas.

El sentido es la dirección que toma el mundo en cuanto que hay ser.

El no ser, la imposibilidad, debe ser el límite del sentido.

El no ser, la imposibilidad, nos obliga a cruzar el límite del mundo y toparnos con el sentido en el tope mismo del mismo.

Dice Wittgenstein que el lenguaje es el límite del mundo, por lo tanto, el lenguaje es el no – ser y el límite del mundo; pero este mismo lenguaje es el que nos obliga a cruzar el límite del mundo, en cuanto que lo hablamos y somos por él y, así, toparnos con el sentido, que se desprende del mismo lenguaje.

Hay que bañarse en el lenguaje para entrar dos veces en el mismo río.

La dirección del sentido está escrita en el lenguaje que hablamos.

¡Cuánto sentido anida en el lenguaje! Todo. Hasta la muerte tiene un sentido único en él – iniciar una nueva etapa vital.

No amo a los hombres, prefiero abrazar a los seres humanos.

No me gusta el amor que surge de la amistad, porque la agrieta.
Me gusta la amistad que surge del amor, porque la agranda.

La política de hoy es toda lingüística y por ello no posee sentido salvo si la anclas en lo biológicismo positivista. Por eso vuelve a estar perseguidos los cristianos y los judíos.

En cualquier parte del mundo me encuentro como en mi casa, y escribo en el lenguaje del sentido con – sentido.

El sentido de la vida consiste en mediar pero no en ser intermediario.

Mediar: permitir que la naturaleza llegue a su mismidad sin forzarla ni confrontarla; y quien de esta manera obra, nada gana a cambio, salvo lo que la naturaleza le presta – como a las aves del cielo y a los lirios del campo.

Ser intermediario: forzar a la naturaleza a ser como la planifican, humanizándola, es decir, “waltdisneyandola”, para obtener de la confrontación, beneficio – buscar la ganancia de pescadores en el río revuelto de la educación.

Porque toda educación se halla direccionada contra el sentido se nos pide confianza en los intermediarios porque ellos lograran el mejor precio. ¡Viva Walt Disney!, grita el superhombre gracias a la buena mano de Zarathrustra.

De la misma manera se nos pide que desconfiemos del mediador, que con tanta avecilla y tanto lirio sólo demuestra su alma en todas las cosas y, por supuesto, su alma débil, así habla la enseñanza en España hoy: reforma de la reforma de la reforma de la reforma; e igualmente habló Zarathrustra.

El mediador es el cristianismo y la cruz que porta, la debilidad del espíritu de rebaño con su moral del resentimiento, según la catalogación que realizase en su momento Nietzsche.

Curiosa la cara de este Nietzsche: el débil de espíritu, el espíritu de rebaño, aquel mismo al que los espíritus fuertes que se anclan en el sentido de la tierra conseguirían hacer desaparecer, persiste en la existencia, a pesar de todos los que han intentando borrar al cristianismo del más aquí, persiste. Hoy, se continúa en la misma actitud con idéntica insistencia, contra judíos y gentiles, contra los débiles todos. Y los superhombres (Francos, Hitleres y Zapateros) desparecen mientras el cristianismo sigue en pie, por los siglos de los siglos.

Permitidme que siempre sea un espíritu débil y liberado por la gracia de la cruz que va contra todos los espíritus fuertes neodionisiacos francotiradores.

Hoy se funde el espíritu dionisiaco confusamente entre el ron, el licor cuarenta y tres y el pipermín, más vodka. Ya no quedan de aquellos espíritus débiles capaces de beberse varias botellas de absenta sin que les temblara el pulso ni les escociera la garganta; que ni vomitaban.

El espíritu dionisiaco acaba recibiendo siempre la B12.

Ante un sentido con la direccionalidad cambiada sólo cabe la sublimación que consiste en sublevación artística armada de futuro – revolución poética/poiética.

Si renunciamos a la sublevación/sublimación nos contentaríamos con el excusado filosófico variado, volaríamos al consultorio astral por coacción, al silencio como sentido.

En el silencio no hay belleza, hay terror, es siniestro. En el silencio sólo hallo lo que no buscaba, lo que no canto, el rumor de la palabra ignota para siempre. Silencio: estoy a punto de la locura; silencio: todo lo que no soy yo; silencio: el resto, cuando ya no se puede más.

El silencio: los hornos crematorios, las cámaras de gas, la esvástica grabada en un brazo inhiesto – la muerte.

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