A flor de istmos III

En vez de Es – paña, Es – Logan, y todos conviviríamos encantados con la posibilidad de nuestra fuga.

Y como eslogan, éste: como es pecado (y está mal visto) te amo España, camisa blanca que espera realizarse, pero amo a la cuarta España, a la que está por licuar.

Descubrir lo peor de los demás (y esparcirlo sin resquemor y mucho resentimiento) para recubrir nuestras propias deficiencias/excrecencias.

Vomitar es decir la verdad  - y más en España, país de borrachos que se ensalzan a sí mismos en canciones de madrugada: hora en la que se echa todo para fuera, extrovertidamente, como muriendo, hasta la más apropiada mentira o la más excelsa abominación.

Precisamente, porque es pecado, te quiero.

Tras cada pensamiento que se me ocurre no hallo si no una ley lógica; para encontrar un afecto leo lo que escriben otros.

Para aclarar primero hay que lavar; pero si lavas el pensamiento, lo diluyes. Si quieres pensar, no debes pretender aclararte, déjate sólo existir (corolario cartesiano)

En el mundo griego honraron la máscara; en el mundo romano, enmascararon la honra; en el mundo europeo enmascaran la honra ramplona que les aupó a sus conflictos de sangre, desenmascarándose (El gatopardo)

Ser europeo consiste en sufragar una guerra mundial por los siglos de los siglos, amén.

Cuida de ti, como cuidas a los demás y no te dejes caer en la conspiración, amén.

No me importa decir lo que digo porque como cristiano ya he sido/estoy crucificado.

Voy a pensar a la manera griega: no hay principio ni fin, ningún alfa, ningún omega. Todo ha dado comienzo hoy y finaliza hoy. El único problema que encuentro es determinar cuándo es hoy.

Yo no vivo en el lenguaje, no soy una palabra – pero sí que tengo palabra, moralmente hablando, aunque no tengo el lenguaje: en realidad, soy metalenguaje.

Vivir en el significado de una palabra – vivir en la ficción de los significados, vivir del sentido.

Si alguna vez hallásemos el sentido de la realidad, éste ya no sería lo que acaece, sino lo que decimos que ha acaecido: una realidad bíblica.

Perdonadme si os recuerdo que la realidad no es vírica y vivir no es estar afectado, señor doctor docto, por una infección dolosa. Vivir es una confesión.

Relacionarme con los otros: abrazados a la misma ruleta rusa.

El sentido del mundo es perfectamente comprensible: nadie sabe en qué consiste pero se encuentra implícito en el lenguaje o quizá en el metalenguaje o en el metametalenguaje o en el metametametalenguaje…

El castellano se encastilla y el catalán se enroca, uno por dogmático y el otro por pragmático llegan a la misma acción: Francocecear!

La incertidumbre del mundo: si sé dónde estoy, no sé cuándo estoy y viceversa. Lo único que sé siempre es con quién voy; y no es contigo, aunque así lo creas.

Si saber es creer que se sabe y creer es saber que se cree, vivir consiste en pasar de la incertidumbre escéptica del saber al escepticismo cierto del creer, y a volver a vivir.

Nada es incierto salvo mi inconsciente, que no sabe estar, sólo padecer su imposibilidad de ser.

Decía Platón que tres eran las clases de hombres: los muertos, los vivos y los que andan en la mar. Yo creo que pertenezco al segundo grupo, sé de muchos que se encerraron en el primer grupo; y del mar platónico, ¡ay!, daría mi alma por conocerlo y poder andarlo: mar de eternidad, alma húmeda.

La Verdad no es infinita, pues es temporal y tiene fecha de caducidad. Lo que sí es ilimitada, nunca sabemos cuándo empezó ni cuándo retornará. La verdad es una moda ilimitada.

Cuando era un alumno de primaria pensé que mis sabios maestros poseían tanta pureza como sabiduría, y resultaba inútil tratar de imaginarlos miccionando o defecando. Hoy yo mismo soy profesor ex – profeso y procuro no defecar ni miccionar en los excusados del centro de estudios para que se me imagine en el interior del inconsciente colectivo con la misma pureza que yo otorgué a mis míticos profesores. De alguna manera, espero ganar un lugar en el Olimpo que ellos vigilan.

Existencia es el mundo en cuanto que hay ser.

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