La imaginación es la felicidad o ayuda a conseguirla

Como conclusión hemos establecido que nos hallamos concéntricos al proceso de deshumanización, que no sólo busca y presencializa la ausencia de Dios y su innecesaria existencia en un universo de supercuerdas; sino, también y, sobre todo, que el espíritu (alma, psijé, centro vital) no existe. O explicado de otra manera, que somos sólo cuerpo, algo puramente mecánico, que somos no – pensamiento, que comparecemos en el mundo sólo en cuanto descreemos de la existencia de mi voluntad (curiosamente, al admitir que nos convertimos en virtualidad) y, por lo tanto, no hay escrúpulos, en cuanto circunspecciones y  respetos. Efectivamente, sin voluntad no hay escrúpulo posible, pues el escrúpulo no es si no la espontaneidad, la naturalidad, reflexiva de mi voluntad, es la capacidad que yo tengo de decir a la realidad no. Pensar es decir no. Cartesianamente, “pienso, luego niego” – cogito ergo negó.
La época actual en que vivimos, deshumanizada, es una época de obligatoriedad del sí, todos debemos afirmar, sí, sí, sí, y, por tanto, ¡obligatoriedad absoluta!, debemos desistir de pensar, diluir nuestra voluntad en lo afirmativo colectivo, ser social sin escrúpulos y sin que nos incumba la vida, los otros. Sí, afirmamos, esta o aquella guerra será, fue inevitable; sí, es del todo veraz que los gastos del estado y los impuestos están calculados al céntimo de euro y con toda justicia; sí creo que quien se forma trabaja para su país; sí, desde luego que afirmo con todos que los judíos son el mal mayor de la humanidad y los palestinos nuestros ángeles custodios; sí que es evidente y divino que si se quema un Corán en reciprocidad se deben quemar mil infieles; sí, no dudo de la clarividencia de nuestros gobernantes – y no me cabe duda de que así habló Zarathrusta (y si me apuráis hasta su discípulo más histriónico, Nietzsche)
La deshumanización a la que finalmente hemos arribado y a la que ya nos hemos habituado, ha generado al mejor ciudadano, aquel que aclama, aprueba y ama al gobernante, y no lo ve ni como tonto ni como despiadado, fiel como es al mismo hasta la muerte. Al final el estado de derecho y el individuo son la misma cosa y podemos afirmar sin temor ni temblor que la racionalidad jurídica se convierte en el fundamento de las relaciones interpersonales, y que la flexibilidad del mercado las gobierna. El mercado y la ley, lo es todo, hasta la amistad, y la libertad.
La deshumanización ha logrado su objetivo, tan querido, que todos entreguemos el alma, ya que, de esta manera, todo lo demás se entrega sin protestar. Lo explicaba Henry Miller en Trópico de Capricórnico, es la fatal materialidad aria que nos gobierna, el modo de entender la vida nórdico. La materialidad de la absoluta flexibilidad, que consiste en que ya no comparece en la existencia un espíritu que se oponga porque piensa, capaz de decir no, que disponga ante la realidad una nota de desconfianza, de duda, de resistencia, de revolución, de crítica, y, de esta manera, los que nos gobiernan, no se sienten juzgados (¡lo que daría Adolf por vivir ahora, sin necesidad de invadir, porque el virus ya está inoculado en los países!) Quien venció al proceso de deshumanización que inició el nazismo y sus valedores nos enseñó a ver la unión sacral que emerge entre los gobernados y el gobernante y que conduce a la felicidad porque evitamos males mayores. Aquel nazismo y esta deshumanización actual, nos convencen de la necesidad del laicismo, de la ruptura de esta sacralidad y su felicidad para sustituirla por los paraísos artificiales de lo virtual mecánico. Este es el verdadero sentido del concepto de laicismo que se propone hoy en día.
Frente a esta deshumanización, se propone el retorno al criticismo,  a los ideales de la modernidad criticista, al personalismo que lanzó Kant como horizonte político y explicar con él, que la felicidad no brota de la razón sino de la imaginación. Sin duda, los que arrojaban al poder margaritas en el mayo del sesenta y ocho, tenían presente esta apreciación kantiana al establecer su famosa consigna, la imaginación al poder.

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