Ciencia y su conciencia

Es curioso cómo se ha ido modificando la imagen de la ciencia y del científico a lo largo de este siglo XX y comienzo del XXI. 
Si miramos hacia atrás sin la necesidad de calumnia, vemos como el siglo XX aupó la imagen de un científico casi, y sin ese casi, salvador del mundo. Sobre todo, en los años cincuenta, esa década que mostró al mundo el poder de la ciencia y de los científicos. Nada mejor que el cine rodado en Hollywood, para mostrar dicha imagen inmaculada. 
Se ve, por cierto, en la película Them!, cuyo guión gira en torno a la mutación genética de unas hormigas, gigantismo. Más grandes que el ser humano, anda libres por el desierto y dejan su rastro de ácido fórmico allí por donde atacan. El mundo está en peligro, y la fuerza armada nada puede contra esta intrinca maraña de hormigueros que las ocultan. No cabe otra acción que llamar a la ciencia para que salve al mundo. Un destacado científico y su hija científica, son los elegidos para acabar con aquella plaga infecta de insectos. 
Si el científico es un solitario ser desprovisto de afectos, incluyendo el amor paternal, la hija no le va a la zaga y sólo vive para la ciencia. En fin, que salvan al mundo de aquella lacra y purifican la vida, esterilizándola. Lo curioso, claro, es que nos salvan de los mismísimos efectos de la ciencia, pues, no se debe olvidar, que la mutación genética se provoca tras la explosión en pruebas de algunas bombas nucleares. Curioso que los científicos quieran moralizar sus mismas acciones. Descarrían, esterilizan, moralizan.
Si no, pasen y vean la película Ultimátum a la tierra, en la que, un científico disfrazado de extraterrestre, o al revés, Klaatu, retorna a la tierra para apercibir a la humanidad de que no debe seguir en su escalada armamentística, y deben destruir toda arma de manera masiva. Se ríen del mismo, lo detestan, lo destruyen, e, incluso, quien debe escucharlo, una parafernalia de científicos de premio nobel, lo margina. Sólo cabe destruir la tierra, para salvarla de sí misma, con la humanidad calamidad, sin duda. 
Pero la humanidad asesina al mensajero de las estrellas, al que sólo le resta tiempo de indicar una frase que debe indicar la mujer al robot, Gort, que lo resucita para que pueda dar el mensaje final. Mesías de las estrellas, imagen del científico de los años cincuenta/sesenta, y que seguro componía una sonrisa en Von Braun cuando imaginaba la carrera espacial. Probablemente, él mismo viajero de las estrellas a la búsqueda de transmutar en Klaatu.
Que no queden dudas de esta imagen de los científicos como salvadores no sólo de la humanidad sino incluso del universo se muestra en la película regreso a la tierra. En esta película, los habitantes de metaluna precisan de la ayuda de los científicos terrestres para crear en escudo de uranio que les salve de los salvajes Zahgons.
La imagen de los científicos varía en los años setenta. La imagen nueva es la del científico loco, capaz de acabar con el mundo con sus armas ponzoñosas. El primer científico de tal cariz es el famoso Durán – Durán, inventor del rayo positrónico en una sociedad de primitiva irresponsabilidad neurótica, que enviaría a todo el universo a la guerra desconocida. La que ha de salvar el mundo es una mujer no un científico, una cinco estrellas de doble valor, llamada Barbarella, que sólo sabe que el amor es lo único que mantiene vivo al universo, y el sexo. Esta Barbarella curiosa levanta la mano derecha y jura amor en cueros al presidente del universo, aunque fuera el de turno, mientras destroza con su energía sexual el arma positrónica de Durán  - Durán.
Los años setenta persisten en desmitificar los viajes espaciales de Von Braun, para indicar la imposibilidad de que anochezca en la tierra un tipo igual o parecido a Klaatu o que nosotros podamos navegar a Metaluna para hacerles un favor. La desmitificación se proyecta en Capricornio Uno, una película muy especial pero nunca espacial, donde a los astronautas de algún Apolo que despega, les obligan a abandonar la nave antes del despegue y los encaminan contra su voluntad a unas naves especiales donde se ha reproducido el espacio. Todo es mentira. Sólo cuando la nave retorne a la tierra, sólo después de que haya atravesado la estratosfera y americe en el océano Índico, les volverán a introducir en la nave para que reaparezcan sanos y salvos. Todo es una gran representación.
Los científicos ya no son los grandes salvadores mesiánicos de los sesenta, sino seres faltos de afectos que los buscan en sus investigaciones. La película Solaris, basada en la novela de S. Lem. En dicho film un científico debe investigar porque una serie de científicos se vuelven locos, se suicidan, mientras investigan Solaris. En su investigación, aprende que precisa replantearse su pasado y sus afectos olvidados. La ciencia ya no es salvación del mundo ni resultan interesantes esos científicos mesiánicos cara de palo, como la chica y su padre en Them!
Es el mismo paradigma que presenta la película La amenaza de Andrómeda, donde los científicos han puesto en el mundo el mal, ese mismo que investigan solventar asépticamente y que sólo acaba por resolver aquél que se involucra con los demás, y permite que afloren sus afectos.
Los años ochenta vieron aparecer un artículo de un profesor de filosofía de la ciencia italiano, donde ofrecía un decálogo de lo qué era míticamente la ciencia. Recuerdo de memoria el primer punto, donde anunciaba que los científicos le mienten al poder si son debidamente recompensados. Persistía en muchos más errores de los científicos, que abocaban a la ciencia al vertedero, a la pérdida del norte. Lo que nos enseñó aquel profesor italiano fue a ver cómo la ciencia se entremezclaba con la política y con la empresarialización.
 La ciencia revestía en los años noventa y dos mil a la política y a la empresa comercializadora de productos de la justificación necesaria para los objetivos neocon. Incluso la ciencia tomó las organizaciones de conciencia social, de carácter no gubernamental a priori, y las involucró en la política gubernamental, creyendo que iba a la contra. Fijaros que no en balde han desaparecido los científicos del cine no sólo como salvadores de la humanidad o de la Metaluna sino también como los malvados que deben dejar de ser científicos para pasar a ser el elemento más vulnerable de la sociedad. Y han sido sustituidos por alien violadores o por ordenadores desquiciados que sólo saben matrix de matrix. 
O ha vuelto a un científico que no le importa la ciencia sino los superpoderes que se le donan por sí mismos o por la picadura de una araña, o por la entrada en la atmósfera tras volver de un viaje intergaláctico. O los extraterrestres invaden la tierra pero los científicos no tienen nada que hacer sino los militares, que han visto al extraterrestre madre y que evidentemente no se debiera casar con nuestra hija.
En el último año, sin embargo, se ha realizado un remake de Ultimátum a la tierra. Klaatu ya no viene a advertir de la proliferación de armas nucleares viene a que admiremos la destrucción de la naturaleza por el cambio climático. 
Igual que en la primera película, Klaatu muere, no queda claro que resucite, pero sí que jamás le transmite a la científica de la película la famosa expresión Klaatu barada nikto, y que permite parar la tecnología, y con ello, a esa ciencia que entremezcla política y producción tecnológica.

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