Ni apocalípticos ni apocalipsis
Nunca pensé que fuera a vivir algo semejante como lo que condujo a Erich Fromm a dictaminar que, durante el nacionalsocialismo, la personas, bajo la presión del miedo, elegirían la seguridad a la Libertad. El título que otorgó a aquella época y a su desarrollo era la misma con la que nuestro autor título a su trabajo, “El miedo a la libertad”. Ochenta y siete años transcurridos desde aquel instante, y revivimos tal vivencia, y en propia carne. Nos han obligado a confinarnos en nuestras casas por el miedo a que nos infectase un virus y fallecieran un elevado número de personas. Se ha agitado de manera ostensible la turbación de los políticos ante el temor de un contagio excesivo y unos fallecimientos cuantiosos, para que todos nosotros prefiriésemos la seguridad del confinamiento a la precariedad de la libertad. Se ha vuelto a producir una renuncia a la libertad por un pánico excesivo a la muerte. Más que miedo al contagio (siempre nos hemos contagiado) lo que ha arremetido sobre l